La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo crónico y progresivo producido por el deterioro y destrucción de las neuronas situadas en la sustancia negra del cerebro y que son las encargadas de producir dopamina (sustancia que transmite la información necesaria para el correcto control de los movimientos).1-3

Descrita por primera vez en 1817 por James Parkinson, de quién recibe su nombre, es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, por detrás de la enfermedad de Alzheimer.3-4 

Aunque se desconoce la causa exacta, se considera que podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento de las personas.3 

Sus síntomas fundamentales, denominados motores, son lentitud o dificultad de movimientos voluntarios (bradicinesia), movimientos involuntarios (discinesias), rigidez en las extremidades, temblor en reposo, pérdida de equilibrio y alteraciones de la postura y de la marcha. También puede afectar a otros órganos o sistemas, originando síntomas no motores, entre los que se incluyen trastornos del olfato, del sueño, del ánimo, cognitivos, digestivos o genitourinarios, entre otros.1,5 

En la EP, tanto los síntomas como la velocidad de progresión varían de una persona a otra.3